Jorge Fonseca es Asesor del Programa Estratégico de Sistemas Alimentarios de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Experto en ciencia y tecnología de los alimentos, horticutura y agronomía, ha escrito más de 150 publicaciones científicas y técnicas para abordar diferentes aspectos de los sistemas alimentarios, sobre todo relacionados con las industrias agroalimentarias una de ellas, premiada por la prensa nacional de Estados Unidos.
Ahora, su trabajo está centrado en ayudar a los países miembros de las Naciones Unidas a desarrollar mecanismos sostenibles, eficientes e inclusivos para producir, transformar y distribuir alimentos sanos y seguros a los consumidores, tanto en las zonas rurales como en las urbanas. Apasionado por contribuir a resolver los problemas de seguridad alimentaria y nutrición de manera sistemática, hace hincapié en la necesidad de llegar a todos con elementos viables para adoptar dietas diversificadas con el menor impacto ambiental posible y un crecimiento económico equilibrado entre las zonas rurales y urbanas.
Fonseca ha sido uno de los profesores encargados de impartir el curso Catapult para doctorandos enmarcado en la temática Gestión Sostenible del Territorio sobre Cadenas cortas de suministro de alimentos.
Las cadenas cortas de suministro de alimentos tienen efectos económicos, sociales y ambientales positivos que contribuyen al bienestar de las partes interesadas al crear puestos de trabajo seguros e ingresos estables para los agricultores, limitar los residuos dentro de la cadena alimentaria e impactos negativos sobre el medio ambiente al mismo tiempo que se proporcionan alimentos sanos y ricos en nutrientes a las comunidades.
Esta escuela de otoño de EIT Climate-KIC ha tenido lugar entre Budapest y Valencia, y ha permitido a los alumnos procedentes de todas las partes del mundo analizar casos de la vida real, explorar los eslabones dentro de una corta cadena de suministro de alimentos, e identificar las barreras y las soluciones para superarlas.
¿Cuáles son los principales retos relacionados con la alimentación a nivel mundial?
Un reto inmenso es poder converger los intereses de todas las personas involucradas en el sistema alimentario. De una forma más clara, los intereses de los consumidores con los intereses de los productores.
Muchas veces, cuando hablamos de justicia del sistema alimentario pensamos sólo en los productores, o sólo en los consumidores. Buscar rutas sostenibles que engloben a todos es muy difícil.
¿Y cómo podemos conseguirlo?
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible(ODS) hablan del partenariado y de que todos tenemos que sentarnos en la mesa para buscar soluciones basadas en el contexto. Tenemos que involucrar a todas las partes interesadas, y no sólo al sistema alimentario.
Continuamos con los retos…
El segundo reto es cómo hacer que el sistema alimentario sea parte de un desarrollo sostenible global. No tiene que ser visto como algo aparte que podamos abordar sin tocar aspectos como las infraestructuras, el transporte, la seguridad social o la migración. La gran idea de los ODS es pensar de forma sistémica. Debemos lograr que los tomadores de decisiones más importantes del mundo realmente vean el sistema alimentario como parte del sistema global. Hacia eso vamos encaminados. Si lo vamos a lograr, no lo sé.
El tercero, tiene que ver con la implementación de las acciones. Lograr que exista solidaridad entre las diferentes partes, sobre todo entre aquellas que tienen más poder económico con aquellas que tienen menos, tanto en el mercado de exportación como en el mercado interno. La solidaridad también tiene que ver con la buena formación de empresa público-privada. Poder crear mecanismos ideales para que se logre esta solidaridad humana a través del sistema alimentario. Y con eso podremos llegar a tantas personas que no logran pagar ese valor añadido que muchas veces estamos agregándole a los alimentos.
¿Y si distinguimos entre los restos entre países industrializados y países en vías de desarrollo?
El mundo industrializado tiene mayor poder económico por lo que puede influenciar en la manera de producir alimentos. Si la demanda de productos más sostenible crece, creo que si que podemos lograr esa producción más sostenible que andamos buscando. Este poder del sector privado, que está continuamente relacionado con los consumidores, tiene en su mano el poder cambiar la poca sostenibilidad que tiene el sistema alimentario.
Y cómo podemos hacer reaccionar a la industria para adaptarse a estas necesidades de sostenibilidad.
Es la pregunta de los 1.000 millones de dólares. ¿Quién es el que tiene el poder, el que está pagando, o es la oferta la que puede cambiar esa demanda? Se ha visto que la oferta puede cambiar la demanda. En muchos lugares no existía cierto tipo de alimentación y cuando se empezó a introducir un tipo de alimento, que en muchos casos no eran nutritivos, vemos como ahora sólo comen eso.
Se pueden hacer campañas educativas, pero también es verdad que las campañas para promover ciertos productos también son muy fuertes. También entiendo la posición del sector privado. Algunos ya están cambiando con respecto a la responsabilidad social y ambiental, pero no todos los están haciendo. El sector público debe hacer una reglamentación estandarizada para que aquellos que si quieren cambiar en el sector privado sean seguidos por aquellos que no quieren. Y la educación debe de estar en todo momento para cambiar el comportamiento.
¿Está la FAO teniendo en cuenta la adaptación y mitigación del cambio climático? Como por ejemplo la huella de carbono.
Absolutamente, hay muchos programas que van dirigidos a tecnologías inteligentes climáticas. También apoyamos la agroecología. La biodiversidad es un aspecto que nos interesa mucho en la FAO porque en los tiempos modernos, con la expansión de la zona urbana, estamos perdiendo una biodiversidad muy rica. En el suelo es donde tenemos la biodiversidad más grande del planeta.
Yo vengo de un país como Costa Rica, donde hace 30 años se comía al menos 12 ó 15 variedades de piña, fácilmente. En los años 90 de repente se cambió a 2 ó 3 variedades, ya no tan ácidas. Y ahora sólo existe una variedad, la misma variedad que ustedes comen aquí. ¿Qué estamos haciendo para responder ante el uso masivo del monocultivo mientras estamos perdiendo biodiversidad?
La biodiversidad que afecta a la diversidad de la dieta. Estamos trabajando con los consumidores para que se eduquen sobre que se requiere de dietas más diversas, no sólo por la salud del ser humano, sino también por la salud del planeta.
Por lo tenemos todo en contra. Si observamos los estándares oficiales voluntarios de las agencias agrícolas y las clasificaciones de calidad de los productos perecederos como las frutas y hortalizas, casi siempre encontramos tan sólo 2 ó 3 calidades. Cuando una fruta tiene una mancha más grande de 5 centímetros, ya es descartable. Y en algunos casos ni se puede comercializar.
En algunas ocasiones se han hecho excepciones, como en el caso de unos productores de manzana verde de EE.UU. que decía que era imposible encontrar manzanas de esa variedad concreta sin manchas, a pesar de tener una producción muy alta. Estos productores lograron una excepción con esta variedad de manzana.
Debemos revisar algunos estándares en muchos casos y la sociedad civil debe presionar más sobre este asunto, porque mucho producto se está quedando en los campos.
Pero para ello necesitamos además el apoyo de la comunicad científica. Estos estándares van dirigidos a la inocuidad de los productos, para evitar que un daño en una fruta pueda portar un virus o una bacteria. Es el área académica y de la investigación la que nos tiene que ayudar a decir en estos casos no hay ningún peligro de inocuidad y en estos sí.
Lo mismo sucede con los químicos…
El uso de los químicos va a ligado a la siguiente pregunta ¿estamos pagando lo que verdaderamente deberíamos pagar por los alimentos?
Hay un programa que se llama Global Environmental Facilityque ofrece dinero para que el productor deje de utilizar ciertos productos muy contaminantes que en algunos casos ya han sido sacado de la reglamentación pero que en muchos casos siguen utilizándose. Pero no se puede convencer a un productor pequeño para decirle: Ya no puedes utilizar esto, tienes que utilizar aquello menos contaminante, si no le das una alternativa buena y eso siempre es mejor precio. Si ellos saben que le van a seguir pagando el mismo precio, no entienden otro modo. Es muy difícil cuando están ganando tan poco dinero.
Y entonces entramos de nuevo en la educación del consumidor para que entienda que tiene que pagar más por ciertos productos. Y que sea justo. Y que los intermediarios sean conscientes de que el precio del productor tenga que ser un poco mayor.
¿Son los productos frescos demasiado caros para la población en general? ¿deberían recibir alguna ayuda los productos saludables?
Trabajamos para ser eficientes, justos y a la vez mantener una biodiversidad alta a precios bajos. Los productos no nutritivos han bajado los precios tremendamente. Lo que están empezando a hacer algunos países es alarmar sobre lo que se está comiendo. Chile o Ecuador están haciendo campañas muy parecidas a las campañas antitabaco advirtiendo sobre los alimentos con un alto contenido en grasas, en azúcares y en sal. Y ha empezado a tener impacto. A pesar de que sean más barato.
El problema ha sido que los productos con bajo valor nutricional han bajado muchísimo de precio, entonces se percibe a los otros carísimos. Porque la sociedad se ha enfocado mucho en otras cosas que no son alimentos y el alimento se ha convertido en un commodity más.
¿Cuáles son los problemas qué han identificado en las cadenas cortas de distribución?
Hay varios problemas. Uno es la buena comunicación entre los gobiernos locales y el apoyo al gobierno nacional. Pero sobre todo es ponerse de acuerdo en aspectos que son de injerencia para ambos. Cuando el gobierno local de la parte urbana más grande es un buen líder no hay tanto problema. Pero cuando hablamos de ciudades intermedias, aledaña y con zonas rurales, no siempre es tan buen el diálogo. Si se quiere promover corredores sostenibles productivos, lo primero en lo que tiene que se tienen que poner de acuerdo es sobre la planificación del recurso del agua. Esto genera tensión muchas veces porque el agua no es sólo de la jurisprudencia de un gobierno, sino de varios, y se crea la lucha entre lo urbano y lo rural.
Otro problema es que en algunos casos el más barato trae el producto de afuera. Y esa lucha hace que muchas veces no se logre esa transición para poder explotar suficientemente el potencial de las cadenas cortas.
Por otra parte, hay movimientos que vienen de abajo hacia arriba y si hay buena cooperación entre los productores para formar asociaciones o cooperativas, es mucho más fácil potenciar ese mercado interno, porque funcionan como una empresa grande. Y nosotros hemos visto casos ejemplares para poder lograr esta producción interna. En algunos casos, por ejemplo, en Tailandia, mejorar la producción interna les permitió generar una buena imagen para exportarla también fuera. No siempre una cadena que es altamente productiva surge de productos para exportación. Hay otros casos donde la demanda interna es clave.
Otro aspecto es la educación o conciencia de los consumidores a que lo local no sólo es bueno en cuento a lo nutritivo, si no que también tiene un mensaje social positivo, que es mantener saludable su zona rural.
Y la agricultura urbana, ¿qué papel juega?, ¿hasta qué punto puede contribuir a ayudar a la sostenibilidad de las ciudades?
Cuando hablamos de agricultura urbana, no la periurbana, hablamos de ciudades de cierto tamaño en adelante. También hay que considerar que en ciudades de este tamaño en el mundo no industrializado no existen las mismas condiciones sanitarias que existen aquí. No tienen el agua suficiente para poder producir. Y si producen hay serios riesgos de salubridad. Se han dado muchos casos de gente que ha tenido problemas con productos que han sido producidos en zonas urbanas.
Otro aspecto es que la agricultura urbana tiene un gran potencial para ser un sostén de la seguridad alimentaria. Sin embargo, los niveles de producción son bastante bajos.
Si lo vemos desde el punto de vista de nutrientes esenciales que no vienen en los productos cárnicos o productos como los cereales, ahí ya está aportando algo, porque muchas veces las frutas y hortalizas, no se están consumiendo, y de esta manera muchos hablan de que este tipo de práctica promueve la alimentación saludable.
En este sentido, quizás el aporte más grande (y que se refleja en el libro de la FAO junto con University College London, “Integrando la alimentación en la planificación urbana”) la agricultura urbana es el punto de entrada para una concienciación de los ciudadanos. El reencuentro con la tierra, las hortalizas y la zona rural, y eso hizo un movimiento en varias ciudades que se trasladó después a los mercados y a las formas de suministrar alimentos.
Otro factor de la agricultura urbana es el hecho de que aporta mucho a la resiliencia de muchas áreas vulnerables de las ciudades también. Sobretodo si están plantando plantas perennes tipo árboles.
En este sentido, los bosques urbanos despeñan un papel primordial…
En la FAO somos muy conscientes de que el bosque urbano es vital y lo hemos puesto como parte del programa general de acción urbana alimentaria, porque creemos que si nos enfocamos en el bienestar de las personas, no es sólo donde van a comer sino también dónde van a caminar. Hay un cuarto de la población mundial que lo único que ve es contaminación durante las 24 horas.
Además, hay muchas evidencias de que los bosques urbanos permiten un menor consumo de energía, mantiene los niveles de tabla de agua más altos, ayuda a la salud mental y mejora la calidad del aire.
Lo hemos querido incluir en un programa unido al programa de entorno alimentario y entorno verde. Si una persona tiene pocos recursos económicos al menos debería tener eso, debería ser parte de lo esencial.